Gaza: tres notas ante el genocidio

David Pavón-Cuéllar

Primera nota, 18 de mayo de 2025

La israelí Yuval Raphael acaba de ganar el segundo lugar en Eurovisión, el mayor concurso anual de música popular comercial de Europa. Su empalagosa «New day will rise» fue la canción favorita de un público previamente movilizado por la extrema derecha europea. Si este público prefirió a Yuval que a otros cantantes, fue principalmente por una motivación política y no por un criterio artístico ni por un gusto personal, como se ha reconocido en medios tanto derechistas como centristas e izquierdistas.

Hay cierto consenso en el diagnóstico de que el público europeo de Eurovisión, al igual que sus actuales gobiernos, ha hecho un importante gesto simbólico de respaldo a la actual política de Israel. Aquí lo escalofriante es que a estas alturas, con todas las informaciones que han estado circulando, los votantes de Yuval saben perfectamente qué es aquello por lo que han votado: un genocidio, un programa de limpieza étnica, una hambruna que está matando a cada vez más niños de Gaza y unos bombardeos que han provocado ya la muerte de aproximadamente 50 mil palestinos desde octubre de 2023.

Ayer, en el mismo día en que se realizó el concurso de Eurovisión, los medios informaban sobre un centenar de palestinos asesinados por bombardeos israelíes. Hoy, mientras nos enteramos de los 34 gazatíes asesinados por drones de Israel en el campo de refugiados en Mawasi, nos llega la noticia del triunfo de la canción de Yuval. Esta canción tan sólo tiene algo que anunciar ante la catástrofe: «Dreams are coming true» («los sueños están cumpliéndose»).

Lo seguro es que estamos acercándonos precipitadamente al cumplimiento de los sueños del sionismo israelí. ¿Por qué será que este cumplimiento entusiasma tanto a las extremas derechas europeas? Quizás porque se trata del cumplimiento de los sueños de cierta Europa antisemita que ahora se prolonga en Israel para despojar y exterminar al nuevo semita, ya no el judío, sino el palestino.

Segunda nota, 20 de mayo de 2025

Hoy más que nunca, si queremos honrar la sagrada memoria de la Shoah, tendremos que honrar la igualmente sagrada memoria de la Nakba. Condenar el genocidio en Gaza es una condición indispensable para demostrar nuestra sinceridad al condenar el holocausto en la Europa dominada por los nazis. Rechazar el nazismo que exterminó a los judíos nos exige repudiar el sionismo que está masacrando a los gazatíes.

Hoy más que nunca, solidarizarse con los palestinos es la única forma de estar entre los justos que alguna vez mostraron solidaridad con los judíos perseguidos por el nazismo. Si queremos luchar de verdad contra el antisemitismo, tendremos que oponernos al odio hacia el palestino como actual figura del semita racializado y perseguido. Amar al habitante de Gaza es la mejor manera de amar a quien antes estuvo recluido en Dachau, Buchenwald y Auschwitz.

Hoy más que nunca, defender el judaísmo es también defenderlo contra su nazificación, degradación e instrumentalización en el indefendible régimen sionista israelí de Netanyahu. El actual Estado de Israel, atroz cara política del capitalismo neoliberal en su fase neofascista, ha traicionado la milenaria herencia cultural judía y se ha convertido en una amenaza para ella. Es como si lo peor del antisemitismo europeo hubiera sido inoculado en algunas de sus víctimas para que fueran ellas mismas las que se destruyeran.

Tercera nota, 24 de mayo de 2025

Lo preocupante no es tan sólo eso que ya somos y por lo que puede ocurrir lo que está ocurriendo, sino algo más que habremos llegado a ser como consecuencia de lo que ocurre. ¿Cómo estaremos dañándonos, mutilándonos, insensibilizándonos y pervirtiéndonos al presenciar en vivo el exterminio, al reconocernos impotentes ante él y al mismo tiempo culpables de él por acción u omisión? ¿Cómo nos veremos al recordar que, mientras Israel vaciaba la Franja de Gaza, nosotros inevitablemente nos ocupábamos de nuestros asuntos, nos distraíamos y mirábamos hacia otro lado, sonreíamos y disfrutábamos la vida? ¿Cómo nos juzgaremos y nos trataremos al reconocernos como partícipes, al saber que votamos por gobiernos cómplices o indiferentes, al pensar en que no pasó un instante sin que dejáramos de sostener al sistema responsable de todo esto?

¿Qué pasará con lo que somos al haber formado parte de la generación que está perpetrando el genocidio? ¿Qué será de nosotros por haberlo presenciado, por sentir que lo hemos permitido, por haber estado entre quienes lo relativizaban por números de muertos o lo justificaban por un atentado terrorista o lo celebraban con banderas de Israel? Tolerando todo esto, ¿qué seremos? ¿En qué nos estaremos convirtiendo a través de fenómenos como el de los enjambres de emoticones que sonríen gozosamente ante las imágenes de los niños palestinos asesinados, amputados o hambreados?

Una vez que todo esto haya sucedido, ¿qué será lo que sigue? ¿Qué permitiremos ahora? ¿De qué seremos capaces? ¿Qué será lo que habremos llegado a ser? ¿Qué veremos cada uno en su espejo? ¿Cómo nos veremos unos a otros? ¿Qué sentiremos y qué dejaremos de sentir? ¿Qué nos permitiremos ahora? ¿Qué nos haremos? ¿Qué puede ocurrir en lo sucesivo?

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