
David Pavón-Cuéllar
Nos arrebataron Palestina y California, pero nos aferramos a lo nuestro. Nos quedamos o volvimos, no para exigir que nos devolvieran lo que de cualquier modo siempre será nuestro, sino para estar ahí, para trabajar, vivir y amar.
Nos dejamos despreciar, humillar y explotar por los mismos que nos habían robado la tierra. Les permitimos que se enriquecieran a costa de nosotros, pero ahora sienten que les estorbamos y quieren expulsarnos, deshacerse de nosotros, arrancarnos de la tierra en la que nos arraigamos con la fuerza del olivo y del mezquite.
Quizás nos quieran fuera de su vista porque somos testigos de lo que han hecho, porque saben que sabemos lo que son, porque les recordamos el origen de su riqueza, porque tienen mala conciencia. Tal vez teman que reclamemos una parte de todo aquello de lo que nos han despojado. Lo seguro es que se aferran a su botín, a sus shekels y a sus dólares, al cascarón vacío de Israel y Estados Unidos.
Nosotros nos quedaremos con el contenido, con la médula, con lo importante, con lo verdadero. Somos quienes tenemos la razón, la humanidad, las raíces que hundimos en la tierra. Es por eso que preservamos también la solidaridad por la que navegamos hasta Gaza con medicamentos y alimentos. Nos han impedido llegar porque se obstinan en matarnos de hambre, pero seguiremos viviendo.
No se van a deshacer tan fácilmente de nosotros. Somos demasiados. Somos la inmensa mayoría. Somos todos los que siguen siendo humanos.