Pensar con Marx y Lacan sobre la izquierda que se divide ante Siria

Artículo publicado el 20 de diciembre de 2024 en Rebelión

David Pavón-Cuéllar

La izquierda se divide ante Siria. Un bando celebra el derrumbe de la tiranía, los presos liberados, la revuelta victoriosa, las movilizaciones populares, el horizonte democrático y la esperanza para los kurdos. El otro bando lamenta el triunfo del bloque dominante imperialista, sionista y terrorista sobre el mundo multipolar y sobre el eje de la resistencia.

Los dos bandos se critican y se descalifican de modo recíproco, simétrico, especular. Sin que sea claro cuál es el reflejo en el espejo, cada uno se presenta como el original. Cada uno pretende ser fiel a la izquierda traicionada por el otro. Ambos se tachan de inconsecuentes y pseudo-izquierdistas. Uno tilda al otro de liberal, ingenuo, atlantista, eurocéntrico y cómplice del expansionismo israelí y del imperialismo europeo y estadounidense. El otro condena al bando opuesto por autoritario, conspiracionista, campista, estalinista y cómplice del imperialismo ruso.

Los dos bandos parecen refutarse, pero tal vez en el fondo ambos acierten. Quizás cada uno tenga su parte de la verdad que sólo puede tenerse a medias. En el caso de Siria, o se ve su verdad sin escucharla o se la escucha sin verla. Un bando, escuchando, sabe respetar al pueblo sirio al tomar en serio su palabra, no subestimando su criterio, considerando su dolor, compartiendo su odio hacia el tirano, desconfiando tanto de Putin y Asad como de Biden y Netanyahu. El otro bando, con sus ojos bien abiertos, logra tener una visión global del tablero en el que el triunfo de Ahmed Al-Charaa sobre Bashar Al-Asad podría ser una victoria no sólo sobre los gobiernos ruso e iraní, sino sobre el pueblo palestino y sobre la humanidad que se representa simbólicamente en él.

Tal vez el meollo de los últimos acontecimientos únicamente pueda conocerse a través de una experiencia dialéctica desgarradora para quienes la conozcamos: alegrarnos por el fin de Asad mientras nos indignamos por la forma en que este fin ha sido inducido por Estados Unidos y aprovechado por Israel; entristecernos por el pueblo sirio sin dejar de esperanzarnos con él; creer en él, en su capacidad para desviar la historia en su favor, pero sin dejar de percibir y deplorar su instrumentalización en el juego de los grandes poderes. Al desgarrarnos así dialécticamente, quizás evitemos las visiones unilaterales que dividen a la izquierda. Evitaremos la división y no solamente la unilateralidad.

Para no pensar unilateralmente, hay que poner el cuerpo al asumir y encarnar las contradicciones de la realidad. Es un aspecto del elemento materialista que Marx agregó a la dialéctica. Es la implicación de sujeto en la que Lacan sitúa la condición indispensable de un conocimiento con el que se atraviese el semblante de la realidad.

Ser de izquierda y estar con Palestina

Artículo publicado en Rebelión el 14 de noviembre de 2023

David Pavón-Cuéllar

Desde sus orígenes en la Revolución Francesa, la izquierda se define como una opción por lxs pobres, por lxs oprimidxs, por lxs despreciadxs y humilladxs. Esta opción tan sólo puede ser hoy, en la presente coyuntura, una opción por lxs palestinxs. Estar con ellxs es la única forma en que unx puede ser verdaderamente de izquierda en relación con lo que sucede en la Franja de Gaza.

Comunistas, anarquistas, antirracistas, feministas comunitarias, defensorxs del territorio y muchxs otrxs alzan de pronto la misma bandera palestina. Es muy significativo que esta bandera, como la roja del pasado, consiga realizar el milagro de unir a la izquierda consecuente. La misma bandera está sirviendo también para desenmascarar a la izquierda inconsecuente, la farsante, la indiferente hoy ante la carnicería en Gaza como ayer ante la persecución de los judíos en Europa.

Lxs indiferentes son lxs mismxs de siempre. Deslindándose de ellxs, lxs antifascistas reaparecen bajo la forma de lxs antisionistas. Unxs y otrxs luchan contra la infame ley de lxs más fuertes que se arrogan el privilegio de robar, segregar y exterminar a pueblos enteros.

En el último mes, según un informe de la ONU, el Ejército Israelí ha matado al menos a 10000 palestinxs, la mayoría civiles, entre ellxs más de 4000 niñxs y casi 3000 mujeres. «En promedio, un niño muere y dos resultan heridos cada 10 minutos», ha informado la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos en Oriente Próximo (UNRWA). Otra vez deben morir muchxs palestinxs inocentes por cada israelí muertx.

Son demasiados ojos y dientes palestinos por cada ojo y diente israelí. No es ninguna ley del talión, sino el poder arbitrario del color de la piel y en especial del dinero y derivativamente de la influencia política. Es todo esto lo que se expresa en los abismalmente diferentes precios de la vida humana mercantilizada en el mercado mundial capitalista. Ser anticapitalista es también hoy estar con lxs palestinxs.

El gran crimen de lxs palestinxs es desafiar al capital que está del lado de sus enemigxs, pero lo cierto es que tienen derechos adquiridos sobre las tierras en la que habitan desde tiempos inmemoriales y que les han sido arrebatadas. Lxs palestinxs tienen también razones de sobra para permanecer en esas tierras. De cualquier modo, aun cuando no tuvieran derechos ni razones, de cualquier modo tendríamos que apoyarlxs y darles nuestra fuerza porque la necesitan para sobrevivir, porque son lxs débiles de este conflicto, porque somos de izquierda y nuestra opción es por lxs débiles amenazados por lxs fuertes.

Lxs palestinos son hoy lo que ayer eran lxs judíos. Unxs y otrxs han sido víctimas del antisemitismo occidental que fue antes contra lxs judíxs para ser ahora principalmente contra lxs palestinxs y otrxs musulmanxs. La islamofobia es la actual modalidad histórica del antisemitismo, del supremacismo blanco y del racismo europeo en general.

Hay que entender que la raza es algo simbólico y no sólo real, biológico, fenotípico. Esto es cierto en especial cuando se trata de pueblos tan híbridos como los de Palestina e Israel. Tras haber sido semitas, los israelíes han pasado a ser lxs arixs que se lanzan, como lxs nazis, contra sus víctimas semitas que son lxs palestinxs.

Gaza es un ghetto como el de Varsovia destruido por unas órdenes de Hitler que no difieren mucho de las de Netanyahu. Como en la Segunda Guerra Mundial, hay campos de concentración que ahora son de refugiados y que se han vuelto campos de exterminio en los últimos días. Hay también muros y alambradas como en Auschwitz.

Israel ha instituido también un apartheid como el de Sudáfrica. Tanto el gobierno blanco sudafricano como el estadounidense y ahora el israelí son prolongaciones, tentáculos de una misma entidad europea judeocristiana que ha colonizado, saqueado y aniquilado todo lo que no es ella. Oponerse a ella en Israel es hacer justicia no sólo a lxs palestinxs, sino a lxs africanxs esclavizadxs, a lxs indígenas americanxs y a todxs lxs demás que han estado en la posición que ahora ocupan lxs palestinxs.

Sobre la izquierda y la derecha en el espectro político

Posicionamiento videograbado el jueves 13 de octubre de 2022 y difundido el lunes 17 de octubre del mismo año por el Frente de Izquierda

David Pavón-Cuéllar

La izquierda y la derecha se presentan por primera vez como tales, como dos bandos o lados opuestos, durante la Revolución Francesa de 1789. Entre agosto y septiembre de aquel año, los diputados en la Asamblea Nacional de Francia discutían sobre el peso del poder que debería tener el rey en relación con el pueblo. Unos querían mantener la mayor autoridad real y darle al monarca un derecho de veto sobre la asamblea popular: eran los clérigos, pero sobre todo los aristócratas, los de arriba, los privilegiados, que ocupaban lógicamente el lugar de honor, que ya por entonces era el de la derecha. Los otros, los que estaban a la izquierda, en la posición menos honrosa, eran los de abajo, los oprimidos, y naturalmente deseaban acabar con su opresión y quitarle poder al rey para darle más poder al pueblo. Aspiraban a liberarse del yugo del monarca y de la aristocracia. No aceptaban ya ni estar abajo ni ser dominados por los de arriba. Querían así libertad e igualdad. Es precisamente por esto que habían hecho la revolución.

Desde 1789 hasta ahora, la opción de la verdadera izquierda siempre ha sido por la libertad y por la igualdad, por la emancipación de las personas y por la horizontalidad en las relaciones entre ellas, por los derechos de todas y de todos y contra los privilegios de unos cuantos. Es por esto que la verdadera izquierda siempre ha combatido la opresión y los procesos que la generan, como la discriminación y la explotación que ponen a unos por encima de otros, a los discriminadores y explotadores por encima de los discriminados y explotados.

El combate a la discriminación y la explotación, a la dominación y la opresión, ha sido siempre una lucha de izquierda. Es por esta lucha que la izquierda se ha enfrentado sucesivamente al feudalismo, al monarquismo, al elitismo, al capitalismo, al clasismo, al colonialismo, al imperialismo, al fascismo y ahora al sistema capitalista neoliberal, neofascista y neocolonial, heteropatriarcal y ecocida. 

Luchando contra lo que lucha, la izquierda tiene que luchar también contra la derecha en la que se han defendido históricamente los privilegios de los privilegiados, el poder de los poderosos, el elitismo de las élites, la división de clases, la estratificación entre los de arriba y los de abajo, la desigualdad entre los pretendidamente mejores y los supuestamente peores. Al defender la desigualdad, la derecha defiende también sus condiciones de posibilidad, como los extraños derechos a explotar y discriminar, a dominar y a oprimir. No hay aquí, en la derecha, ninguna reivindicación de la igualdad, y si hay una libertad que se defienda, es una libertad como la del neoliberalismo, una libertad exclusivamente para las cosas, libertad del libre mercado, libertad de la libre circulación de mercancías, dineros, capitales.

Si hay una libertad para la derecha, es la del capitalismo neoliberal para devastar la naturaleza, para explotar a los trabajadores, para saquear los recursos del país o para inundarlo de armas, de comida chatarra y de montañas de basura. Esta libertad es admisible para una derecha que no puede admitir, por el contrario, otras libertades elementales como las de los trabajadores a luchar por condiciones dignas, las de las comunidades a defender sus territorios, las de los migrantes a buscarse la vida en otros países, las de las mujeres a ejercer sus derechos sexuales y reproductivos, las de la comunidad LGBTIQ a decidir sobre sus cuerpos y sus deseos. Estas libertades y otras más, todas inadmisibles para la derecha, son la causa de una izquierda que por ello debe enfrentarse a la derecha.

Enfrentándose a la derecha, la izquierda tiene que enfrentarse también a una derechización de las izquierdas, a la claudicación en sus posiciones y luchas, a su propensión a desviarse hacia la derecha, una desviación comprensible en un mundo en el que la corriente dominante es lógicamente la corriente hacia lo que está a la derecha, hacia la dominación, hacia el poder. Este poder económico y político, pero también ideológico, no puede sino ejercer una suerte de atracción magnética irresistible y cada vez más fuerte desde la derecha que lo defiende y lo representa. El resultado es que los más prometedores proyectos de izquierda tienden a ser arrastrados hacia la derecha, especialmente cuando sus victorias los hacen quedar atrapados en dinámicas institucionales y gubernamentales en las que pareciera que la izquierda tan sólo puede moverse al retroceder, al ceder, al negociar, al claudicar y al traicionarse una y otra vez.

Ante la derechización generalizada, se necesitan iniciativas, como la michoacana del Frente de Izquierda, que se basen en un compromiso categórico y explícito, sin ambigüedades ni concesiones, con el espíritu emancipatorio e igualitario por el que se distingue la izquierda y por el que se opone a la derecha ya desde la Revolución Francesa. Este espíritu distintivo de la izquierda se plasma y se actualiza en las opciones precisas y concretas del Frente de Izquierda por la igualdad, por los derechos sociales de la población, por trabajos dignos y pensiones justas, por un salario universal, por el reconocimiento y la remuneración del trabajo doméstico y de cuidados, por el respeto a una vida libre de violencias machistas, por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, por el derecho a una educación pública gratuita, científica y popular, por la tierra para las campesinas y los campesinos, por el resarcimiento de la deuda histórica con los pueblos originarios, por el derecho de estos pueblos a la autodeterminación y al respeto a su territorio, por el derecho al agua y al medio ambiente sano, por el respeto al derecho a la libre manifestación, por el derecho a la seguridad y a las guardias comunitarias, por la dignidad y los derechos de las personas con discapacidad, por los derechos de la comunidad LGBTTTIQ, por la participación de todo el pueblo en los procesos democráticos, por la democratización de los gobiernos estatales y municipales, por la democratización de los medios de comunicación y por el respeto a los derechos de personas migrantes.

Al adoptar las posiciones que acabo de enumerar, el programa del Frente de Izquierda está posicionándose claramente contra la trinchera derechista del capitalismo neoliberal, neocolonial y neofascista, con sus expresiones clasistas, elitistas, racistas, sexistas y especistas. El Frente de Izquierda también está presentándose como un espacio de alianzas y confluencias posibles e indispensables entre diversas izquierdas como las feministas, las LGBTTTIQ, las obreras, las comunistas, las anticapitalistas, las populares, las vecinales o barriales, las campesinas, las indígenas, las ecologistas, las defensoras de los territorios y de los recursos naturales. No puede sino celebrarse que estas luchas busquen la manera de encontrarse y unirse. Tan sólo unidas podrán hacer el peso ante aquello tan ubicuo, tan poderoso, tan cohesionado y tan compacto a lo que se oponen.