
Posicionamiento videograbado el jueves 13 de octubre de 2022 y difundido el lunes 17 de octubre del mismo año por el Frente de Izquierda
David Pavón-Cuéllar
La izquierda y la derecha se presentan por primera vez como tales, como dos bandos o lados opuestos, durante la Revolución Francesa de 1789. Entre agosto y septiembre de aquel año, los diputados en la Asamblea Nacional de Francia discutían sobre el peso del poder que debería tener el rey en relación con el pueblo. Unos querían mantener la mayor autoridad real y darle al monarca un derecho de veto sobre la asamblea popular: eran los clérigos, pero sobre todo los aristócratas, los de arriba, los privilegiados, que ocupaban lógicamente el lugar de honor, que ya por entonces era el de la derecha. Los otros, los que estaban a la izquierda, en la posición menos honrosa, eran los de abajo, los oprimidos, y naturalmente deseaban acabar con su opresión y quitarle poder al rey para darle más poder al pueblo. Aspiraban a liberarse del yugo del monarca y de la aristocracia. No aceptaban ya ni estar abajo ni ser dominados por los de arriba. Querían así libertad e igualdad. Es precisamente por esto que habían hecho la revolución.
Desde 1789 hasta ahora, la opción de la verdadera izquierda siempre ha sido por la libertad y por la igualdad, por la emancipación de las personas y por la horizontalidad en las relaciones entre ellas, por los derechos de todas y de todos y contra los privilegios de unos cuantos. Es por esto que la verdadera izquierda siempre ha combatido la opresión y los procesos que la generan, como la discriminación y la explotación que ponen a unos por encima de otros, a los discriminadores y explotadores por encima de los discriminados y explotados.
El combate a la discriminación y la explotación, a la dominación y la opresión, ha sido siempre una lucha de izquierda. Es por esta lucha que la izquierda se ha enfrentado sucesivamente al feudalismo, al monarquismo, al elitismo, al capitalismo, al clasismo, al colonialismo, al imperialismo, al fascismo y ahora al sistema capitalista neoliberal, neofascista y neocolonial, heteropatriarcal y ecocida.
Luchando contra lo que lucha, la izquierda tiene que luchar también contra la derecha en la que se han defendido históricamente los privilegios de los privilegiados, el poder de los poderosos, el elitismo de las élites, la división de clases, la estratificación entre los de arriba y los de abajo, la desigualdad entre los pretendidamente mejores y los supuestamente peores. Al defender la desigualdad, la derecha defiende también sus condiciones de posibilidad, como los extraños derechos a explotar y discriminar, a dominar y a oprimir. No hay aquí, en la derecha, ninguna reivindicación de la igualdad, y si hay una libertad que se defienda, es una libertad como la del neoliberalismo, una libertad exclusivamente para las cosas, libertad del libre mercado, libertad de la libre circulación de mercancías, dineros, capitales.
Si hay una libertad para la derecha, es la del capitalismo neoliberal para devastar la naturaleza, para explotar a los trabajadores, para saquear los recursos del país o para inundarlo de armas, de comida chatarra y de montañas de basura. Esta libertad es admisible para una derecha que no puede admitir, por el contrario, otras libertades elementales como las de los trabajadores a luchar por condiciones dignas, las de las comunidades a defender sus territorios, las de los migrantes a buscarse la vida en otros países, las de las mujeres a ejercer sus derechos sexuales y reproductivos, las de la comunidad LGBTIQ a decidir sobre sus cuerpos y sus deseos. Estas libertades y otras más, todas inadmisibles para la derecha, son la causa de una izquierda que por ello debe enfrentarse a la derecha.
Enfrentándose a la derecha, la izquierda tiene que enfrentarse también a una derechización de las izquierdas, a la claudicación en sus posiciones y luchas, a su propensión a desviarse hacia la derecha, una desviación comprensible en un mundo en el que la corriente dominante es lógicamente la corriente hacia lo que está a la derecha, hacia la dominación, hacia el poder. Este poder económico y político, pero también ideológico, no puede sino ejercer una suerte de atracción magnética irresistible y cada vez más fuerte desde la derecha que lo defiende y lo representa. El resultado es que los más prometedores proyectos de izquierda tienden a ser arrastrados hacia la derecha, especialmente cuando sus victorias los hacen quedar atrapados en dinámicas institucionales y gubernamentales en las que pareciera que la izquierda tan sólo puede moverse al retroceder, al ceder, al negociar, al claudicar y al traicionarse una y otra vez.
Ante la derechización generalizada, se necesitan iniciativas, como la michoacana del Frente de Izquierda, que se basen en un compromiso categórico y explícito, sin ambigüedades ni concesiones, con el espíritu emancipatorio e igualitario por el que se distingue la izquierda y por el que se opone a la derecha ya desde la Revolución Francesa. Este espíritu distintivo de la izquierda se plasma y se actualiza en las opciones precisas y concretas del Frente de Izquierda por la igualdad, por los derechos sociales de la población, por trabajos dignos y pensiones justas, por un salario universal, por el reconocimiento y la remuneración del trabajo doméstico y de cuidados, por el respeto a una vida libre de violencias machistas, por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, por el derecho a una educación pública gratuita, científica y popular, por la tierra para las campesinas y los campesinos, por el resarcimiento de la deuda histórica con los pueblos originarios, por el derecho de estos pueblos a la autodeterminación y al respeto a su territorio, por el derecho al agua y al medio ambiente sano, por el respeto al derecho a la libre manifestación, por el derecho a la seguridad y a las guardias comunitarias, por la dignidad y los derechos de las personas con discapacidad, por los derechos de la comunidad LGBTTTIQ, por la participación de todo el pueblo en los procesos democráticos, por la democratización de los gobiernos estatales y municipales, por la democratización de los medios de comunicación y por el respeto a los derechos de personas migrantes.
Al adoptar las posiciones que acabo de enumerar, el programa del Frente de Izquierda está posicionándose claramente contra la trinchera derechista del capitalismo neoliberal, neocolonial y neofascista, con sus expresiones clasistas, elitistas, racistas, sexistas y especistas. El Frente de Izquierda también está presentándose como un espacio de alianzas y confluencias posibles e indispensables entre diversas izquierdas como las feministas, las LGBTTTIQ, las obreras, las comunistas, las anticapitalistas, las populares, las vecinales o barriales, las campesinas, las indígenas, las ecologistas, las defensoras de los territorios y de los recursos naturales. No puede sino celebrarse que estas luchas busquen la manera de encontrarse y unirse. Tan sólo unidas podrán hacer el peso ante aquello tan ubicuo, tan poderoso, tan cohesionado y tan compacto a lo que se oponen.