¿Por qué retirar a Fidel Castro y al Che Guevara de su banca en la Colonia Tabacalera?

David Pavón-Cuéllar

Conjeturas:

1. Porque los revolucionarios incomodaban a los nuevos habitantes de un barrio cada vez más gentrificado. Porque estos nuevos habitantes, a diferencia de los demás, gozan de una influencia que les permite ser escuchados y obedecidos por las autoridades. Porque los mismos nuevos habitantes, los de arriba, no podían soportar la visión de quienes tanto lucharon por los de abajo.

2. Porque es más fácil arrancar dos esculturas de bronce que reducir la tasa de criminalidad y la creciente percepción de inseguridad en la alcaldía Cuauhtémoc (del 54% en 2024 al 60% en 2025). Porque es más espectacular deshacerse del patrimonio que preservarlo al restaurar las ruinas de las antiguas edificaciones de la alcaldía. Porque se vende más derribar una obra del fallecido escultor Óscar Ponzanelli que mantener mínimamente limpias las calles aledañas.

3. Porque la tendencia es restar y no sumar, destruir y no crear, olvidar y no recordar, perder y no conservar el espacio público. Porque el Che y Fidel, sin dinero en sus bolsillos, ocupaban tres metros cuadrados que podían ser mejor utilizados por una mesa de los restaurantes que invaden ilegalmente las aceras del barrio a cambio de sobornos para funcionarios de la alcaldía.

4. Porque los dos revolucionarios eran algo demasiado auténtico y veraz, ofensivamente honesto y verdadero, para quienes han tenido poder para borrarlos de su presencia. Porque la alcaldesa que ordenó retirarlos necesitaba una cortina de humo para cubrir los recientes rumores sobre sus gastos, sus vínculos y su viaje a un «país» que ella describe con el nombre de «Madrid». Porque la alcaldesa es quien es, no sólo priista y derechista, no sólo resplandecientemente blanqueada, no sólo rica empresaria e hija de ricos empresarios, no sólo hermana de influencers de fitness, sino alguien que bautizó a sus tres hijos «Martinah», «Lucah» y «Milah», donde la «h» permite acentuar la última sílaba, dando a los nombres una sonoridad elegantemente francesa, europea, extranjera. Con el precedente de esa «h», ¿cómo tolerar todo lo que el Che y Fidel representaban mientras descansaban tranquilamente en su banca de la Colonia Tabacalera?